A Timidón todo se le nota —y anota— en la cara: las cosas que le
gustan, que le molestan, que lo aburren o le dan vergüenza. Ya no
quiere ir a la escuela ni salir de su casa ni ver a nadie, pero no puede
seguir así. Entonces, el azar interviene, y entre máscaras ocurre lo inesperado.
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